El propósito de mi vida está revelado en la Biblia

La Palabra de Dios es el mapa para llegar la Cielo

Según las enseñanzas de la Iglesia Católica, la lectura de la Sagrada Escritura es fundamental para discernir la voluntad de Dios en la propia vida y entender el propósito de la existencia humana. La Biblia, inspirada por el Espíritu Santo, es la Palabra de Dios revelada a la humanidad. Al sumergirse en sus páginas, el creyente no solo adquiere conocimiento de la historia de la salvación, sino que también establece un encuentro personal con Cristo, que es la Palabra hecha carne. Este encuentro ilumina el camino, revelando que el propósito principal de cada persona es la santificación y la comunión con Dios, con la meta final de la vida eterna en el Cielo. La lectura orante de la Biblia, o lectio divina, permite que el alma se nutra de la verdad divina y se oriente hacia la meta celestial, comprendiendo que el plan de Dios para cada uno se despliega en la santidad cotidiana.

Para cumplir con este propósito divino, la Iglesia Católica enseña que la lectura de la Biblia no es un fin en sí misma, sino un medio para una vida de santidad. La Escritura proporciona la luz necesaria para la oración, la meditación y el examen de conciencia, ayudando a identificar y combatir el pecado. Es en este contexto de purificación y crecimiento espiritual que el plan de Dios se hace más claro. La sabiduría de los Salmos, la guía de los Evangelios y la exhortación de las Epístolas actúan como un mapa para la vida virtuosa. La gracia de Dios, obtenida a través de los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación, es indispensable para llevar a cabo lo que la Biblia inspira. La Eucaristía, en particular, es considerada la fuente y cumbre de toda la vida cristiana, ya que es el encuentro más íntimo con Cristo, que nos fortalece para vivir el Evangelio.

Por lo tanto, la lectura de la Biblia, desde la perspectiva católica, es un pilar esencial para descubrir el propósito de Dios en nuestra vida. No obstante, este propósito se cumple a través de la vida de gracia y el compromiso con los medios de santidad que la Iglesia ofrece.

La oración, la participación activa en los sacramentos y la práctica de las virtudes teologales —fe, esperanza y caridad— son los medios por los cuales la Palabra de Dios se encarna en la vida del creyente. De esta manera, el creyente se transforma gradualmente en la imagen de Cristo, respondiendo al llamado a la santidad que conduce al Cielo. La Biblia, leída en comunión con la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, revela que el plan de Dios para cada persona es ser un reflejo de su amor en el mundo, sirviendo a los demás y creciendo en santidad cada día.